Niños desplazados: de migrantes a refugiados

El presente artículo aborda el tema de la migración infantil y las razones para hacerlo (guerras, hostigamientos, persecuciones por grupos criminales, etc.). “¿Hay algo que pueda ofrecer la literatura para entender el fenómeno de la migración infantil?”, se pregunta la autora. Y además: “¿Puede la literatura hacer algo por los niños que han empacado su vida en una caja o en una mochila que luego dejarán tiradas en su carrera hacia el tren o arrastradas por la corriente de un río?”.

Claudia Vázquez Catrip

Hay, también, una historia que todavía no termina. La historia empieza así:

¿Por qué viniste a los Estados Unidos?

¿Por qué viniste? -le pregunté a una niña.

Porque quería llegar. Valeria Luiselli

Soslayar el fenómeno de la migración infantil en la actualidad es voltear la vista para evadir la realidad que aqueja a 36.1 millones de menores de edad en el mundo (Naciones Unidas). El año pasado, tan solo en la frontera norte de nuestro país fueron detenidos por la policía migratoria varias decenas de miles de niños que viajaban solos, de acuerdo con The New York Times (Villegas). Es larga la discusión, en tiempo y en tinta, sobre en qué momento migrar de un país a otro se convirtió en un acto de ilegalidad, aun cuando desplazarse forme parte de la historia y la esencia humana. Tras la penalización del migrante indocumentado conviene no olvidar el derecho que toda persona tiene al libre tránsito, sobre todo, hoy en día el trasiego de armas y drogas ilegales fluye como el agua de los ríos que sirven de barreras migratorias.

Cuando se piensa en las razones de por qué la gente migra, surge la inmediata respuesta de: “para buscar una vida mejor”. Una mente simplista podría responder que todos buscamos una vida mejor y no migramos. Sin embargo, los actuales movimientos, si se les mira más de cerca, obedecen a situaciones límite: guerras, hostigamientos, persecuciones por grupos criminales o reunión de menores con sus padres; situaciones en las que su condición cambia de migrantes a refugiados. Si a esto se agrega que los niños viajan la mayor parte de las veces solos, es imperativo que el tema no sea ignorado.

Ante el estado de las cosas surge la pregunta que atañe a las humanidades: ¿hay algo que pueda ofrecer la literatura para entender el fenómeno de la migración? Y más concretamente: ¿puede la literatura hacer algo por los niños que han empacado su vida en una caja o en una mochila y que luego dejarán tiradas en su carrera hacia el tren o arrastradas por la corriente de un río? Estas preguntas provocan respuestas en distintas vertientes. La literatura le puede hablar a quienes han sido desplazados, son refugiados, pero también a quienes los reciben, los rechazan, los acompañan o los guían.

Recopilar la totalidad de las narraciones que surgen de cada camino recorrido, de cada vida en tránsito, es tan difícil como intentar detener el flujo de personas de un país a otro; en la mayoría de los casos porque son historias que se pierden con sus protagonistas. La ficción recrea algunas experiencias a través de entrevistas o testimonios. Cuando la narración se dirige a los niños pequeños, los personajes son, la mayoría de las veces, imaginarios, pero no inverosímiles, pues se busca mantener algunos elementos como la añoranza del tiempo pasado, del hogar, la búsqueda de la identidad o la necesidad de adaptación.

Se trata aquí de proponer un corpus de obras literarias cuyo tema sea la migración infantil, con la mirada de lo que cada una aporta a la construcción de sentido, la asimilación de la tragedia y la reconfiguración de la subjetividad y de la identidad. En resumidas cuentas, la posibilidad que la literatura pueda dar a los niños para habitar su mundo interior y seguir adelante.

La literatura revisada se organiza en dos categorías: la que les habla a los niños y la que les habla a los adultos. La primera se presenta, ya sea como libro álbum, libro ilustrado, cuento, novela o comic. En la categoría de adultos, aunque los géneros pueden ser igual de diversos, prevalece el texto sobre la imagen. La ubicación de las obras observa también el lugar de enunciación, no referido como se conoce comúnmente en la literatura en cuanto al narrador, sino con respecto al viaje. Hay historias que se cuentan desde el punto de partida, desde el inicio de una guerra (como los libros El día que llegó la guerra o Akim corre), otras desde el trayecto (como Bolay) y otros más en el punto de llegada (como Eloísa y los bichos, Yo tuve un sueño y Los niños perdidos). La tipología puede ser también en cuanto a la situación histórica o espacio geográfico, como lo es la guerra en Medio Oriente o la crisis migratoria de Centroamérica. Se podría hacer una división atendiendo a las causas de la partida, como una situación familiar o el inicio de una guerra. Así, podrían surgir otras clasificaciones.

Literatura infantil:

Textos que viajan hacia el mundo interior de los niños

Una de las obras más recientes, publicada por primera vez en Colombia y reeditada en España, es Eloísa y los bichos deJairo Buitrago y Rafael Yockteng (2009). Se trata de un libro álbum dirigido a niños en edad preescolar, de entre 3 y 6 años, aunque puede ser de interés general por la potencia de las imágenes. Cabe recordar que un libro álbum, a diferencia de un libro ilustrado, “es concebido como una unidad que no puede ser comprendida sin considerar cada una de sus partes. Portada, guardas, tipografía e imágenes son diseñadas como una secuencia cuyas relaciones internas son cruciales para la comprensión del libro” (SA).

            La historia de Eloísa narra su llegada, de la mano de su padre, a vivir a un lugar nuevo. La trama gira alrededor del proceso de adaptación de ella, quien se siente totalmente ajena, pues todos a su alrededor le parecen bichos y, al mismo tiempo, ella se percibe como el bicho más raro. El desarrollo del tema es sencillo en términos narrativos, sin embargo el libro, como unidad narrativa, está lleno de detalles que nos llevan por la transformación de la niña. Es memorable la primera imagen (una vez que los paratextos han quedado atrás), la del oso de peluche que se le cae a Eloísa al cruzar la calle. Ella quiere regresar por él, pero su padre tira de su mano para evitar ser atropellados. El oso se queda ahí. Esta pérdida representa muy bien la infancia que queda atrás. El cruce de la calle es otro simbolismo que indica el paso de un medio al otro, que implica incertidumbre y desasosiego. El tiempo y el espacio son dos elementos que simbolizan el vacío en la existencia de la niña y ayudan a entender la adaptación posterior. Al principio, la espera a que llegue el padre por ella al colegio es eterna, como lo son también los recreos; en cuanto al espacio, ella es la más pequeña de la fila. El punto de inflexión en la historia es cuando Eloísa dice: “algunas veces nos perdimos en la ciudad. Pero así aprendimos a conocerla” (Buitrago y Yockteng SP). Esta metáfora puede advertir en el lector la necesidad de perdernos para encontrarnos, aun sin olvidar lo que quedó atrás. Así es como lo ve Eloísa en retrospectiva, cuando es adulta y a partir del recuerdo que evocan las fotografías de su infancia las acomoda de forma que cobran sentido. A propósito de este libro, el análisis de Natalia González de Llana, concluye: “Los textos literarios pueden, por tanto, ser una herramienta para comprender el mundo propio y el ajeno, para reconstruir la identidad en base (sic) al acercamiento al otro y la convivencia respetuosa” (418).

            Otro relato que se dirige a los niños es Akim corre de Claude K. Dubois, refleja la necesidad de migración forzada por el inicio de la guerra a la orilla del río Kuma. El narrador equisciente, en tercera persona, se encuentra muy cerca de Akim y ve todo a la altura de los ojos del niño. El efecto se logra ante la prevalencia de las imágenes, hechas con dibujos a lápiz, frente a la reducida cantidad de texto. Cuando estalla la guerra el niño corre sin rumbo fijo con la única intención de salvar su vida. Pierde a su familia, pierde su casa. Está solo y tiene miedo. Encuentra un refugio con gente desplazada por la guerra. Hay dos elementos que simbolizan protección: una madre que no es la suya que lo acoge y un oso de peluche a quien el chico abraza y lo acompañará durante toda su travesía. El periplo de Akim lo lleva a correr nuevamente, sin rumbo, lleno de incertidumbre cuando es apresado y huye de los soldados; lo lleva a estar solo, a encontrar a otro grupo de migrantes, a cruzar un río con ellos hasta llegar a un campo de refugiados. Mientras el niño está perdido, la figura del adulto para él es tanto amenazadora: los soldados, como de protección: una madre, una anciana, un maestro en un campo de refugiados, hasta que finalmente encuentra a su madre. Este tratamiento da cuenta de que el destino de un niño migrante, sin la compañía de alguien que lo proteja, es azaroso y su protección se vuelve responsabilidad de cualquier adulto a su paso. El papel de la literatura en la historia de Akim es significativo en el campo de refugiados donde él se siente seguro y el maestro les lee a los niños Las mil y una noches.

            Si de narrar el transcurso del viaje se trata, no su llegada ni su partida, Bolay de Irma Uribe es la presencia silenciosa de un jaguar que vigila a los migrantes. “Bolay no se acerca, no quiere que teman; les sigue y observa desde su trinchera. […] Ella quiere que rían mientras caminan, que sepan qué hacer si el miedo domina” (Uribe SP). El personaje es una especie de ángel protector que acompaña a los niños, pues el mundo es demasiado hostil para transitarlo solo. Esta edición bilingüe, escrita en español e inglés, se acompaña de un anexo que motiva a los niños a reflexionar, mediante preguntas sobre posibles significados e implicaciones de algunos pasajes de la historia.

Literatura que les habla a los adultos:

Textos que ensanchan las fronteras del entendimiento de quienes vemos a los niños pasar

La migración que atraviesa física y socialmente a México es la de niños centroamericanos en su paso a los Estados Unidos. Valeria Luiselli en Los niños perdidos da testimonio de la llegada de los menores que son retenidos en la frontera. Ella, en su condición de migrante en espera de su Green Card, acepta un trabajo de traductora en la Corte de Nueva York. Su función es entrevistar a niños contra los cuales hay juicios por parte del Estado. Les cuestiona de acuerdo con un formulario de cuarenta preguntas, traduce y apunta las respuestas. De lo que los niños respondan, sin que ellos estén conscientes de esto, se decide su deportación o permanencia al cuidado de un tutor. Luiselli hace un doble trabajo narrativo: por un lado, nos comparte las historias de los niños y, por otro, nos cuenta que le cuenta las historias a su hija pequeña. Si los cuentos infantiles tienen como consigna un final feliz, en esta, que es una narración basada en hechos reales donde la tragedia es el origen y destino, la autora nos dice que siempre que su hija le pregunta cómo termina le platica finales parciales o simplemente concluye con un “no sé”.

            Dime cómo termina, mamá —me dice.

            No sé.

Dime qué pasa después.

            A veces invento un final, un final feliz. Pero casi siempre nomás le digo:

            Todavía no sé cómo termina. (80)

Seguramente es lo mismo que quisieran saber los niños migrantes: cómo termina su historia. Cuál será el momento en el que puedan abrir los ojos para salir de la pesadilla que inició con pretensiones de sueño. La autora nos dice lo que no les cuenta a su niña y tampoco a los niños que entrevista: “Las historias de los niños perdidos son la historia de una infancia perdida. Los niños perdidos son a quienes les quitaron el derecho a la niñez. Sus historias no tienen final” (63). El hilo conductor de las anécdotas, en las que se entrelaza la de la escritora, se construye con las preguntas del cuestionario; las que dan pie a conmovedoras imágenes a base de las palabras de los niños y las reflexiones de la autora. Tal es el caso de la pregunta 7 del cuestionario: “¿Te ocurrió algo durante tu viaje a los Estados Unidos que te asustara o lastimara?” (26). Las respuestas circulan alrededor de violaciones de mujeres y niñas, secuestros, muertes, cadáveres con signos de tortura, imágenes inquietantes como la de La Bestia, el tren de carga que ruge intentando sacudir a quienes lo abordan de sur a norte. Pero las evocaciones son también alrededor de grupos humanitarios que hacen posible la llegada, como Las Patronas, en Veracruz o el albergue del padre Solalinde.

Luiselli entiende así su compromiso con los niños y responde indirectamente a las preguntas de cuál es el papel de la literatura y por qué contar las historias.

 Y quizá, la única manera de empezar a entender estos años tan oscuros para los migrantes que cruzan las fronteras de Centroamérica, México y Estados Unidos sea registrar la mayor cantidad de historias individuales posibles. Escucharlas, una y otra vez. Escribirlas una y otra vez. Para que no sean olvidadas. (32)

La autora no es ingenua y sabe que lo que haga la literatura con solo narrar las vidas puestas en suspenso quizá sea visto en retrospectiva al cabo de los años: “Contar historias no sirve de nada, no arregla vidas rotas. Pero es una forma de entender lo impensable” (63). Luiselli piensa en la narrativa desde una perspectiva histórica, tanto en su hondura en la vida de un individuo, como en el efecto de todo un grupo social.

Todos los niños llegan de lugares distintos, de vidas singulares, de experiencias únicas, pero una vez que registramos sus historias, éstas se encadenan unas con otras, y cuentan la misma historia espeluznante. Si alguien dibujara un mapa del hemisferio y trazara la historia de un niño y su ruta migratoria individual, y luego la de otro y otro niño, y luego las de decenas de otros, y después las de los cientos y miles que los preceden y vendrán después, el mapa se colapsaría en una sola línea  —una grieta, una fisura, la larga cicatriz continental. (44)

Asimismo, para jóvenes adultos, Juan Pablo Villalobos publica, bajo el sello de Anagrama, Yo tuve un sueño. El viaje de los niños centroamericanos a Estados Unidos. El título que recuerda la famosa frase “Yo tengo un sueño”, de Martin Luther King, transmite la ironía de los niños que buscan el sueño americano en su intento de inmigración indocumentada. Se trata de pequeños testimonios novelados a partir de diez entrevistas que realiza a inmigrantes en Nueva York y Los Ángeles. Los relatos de Villalobos, al contrario de los de Luiselli, tienen un final en el que todos los niños se reencuentran con sus padres o con el adulto que los cuidará en el país de llegada. El autor integra un anexo, “Los protagonistas” (139), con una ficha de cada protagonista. Los datos que conforman la ficha son: su nombre, lugar y fecha de nacimiento, historia que protagonizan, lugar y fecha de ingreso a EE. UU., y una breve descripción de con quién viven. Otra diferencia entre ambos textos es que en el de Villalobos hay variedad en las narraciones en cuanto al momento del viaje: unas se centran en la razón por la que salieron de su país de origen, otras en el trayecto y otras  en la detención y el momento del encuentro. Todos los casos abordados por el autor son de menores de edad que por poco o largo tiempo pasaron por un limbo o no-lugar de un sistema judicial en crisis, con la vida en puntos suspensivos, en lo que se decide su situación migratoria.

Textos de intervención:

La lectura como acontecimiento de hospitalidad

Si se habla de que la literatura a la que se ha hecho referencia abona en el ánimo o en la confianza del niño que migra, vale tocar el tema de la lectura como intervención en los refugios y casas de asistencia. El efecto que pueda causar en ellos el texto será más significativo en la medida que se busque una experiencia y no solo acercarles el material. En este sentido se hace un apunte de textos, no propiamente de literatura infantil o juvenil con el tema de migración, sino que forman un conjunto de reflexiones para la intervención lectora en situaciones límite.

Existen programas en diferentes ciudades de México como el Programa Nacional Salas de lectura o “Leer con migrantes” para crear redes de solidaridad. Estos lugares en donde los niños hacen una pausa y bajan la guardia por un tiempo forman “un espacio —dice Michèle Petit— donde las relaciones entre los humanos se muestran sosegadas, permite[n] una simbolización, una elaboración de las pulsiones destructoras” (Secretaría de Cultura 8). Para leer en contextos adversos y otros espacios emergentes es una compilación de ensayos editados por la Secretaría de Cultura / DGP, en 2018. En la publicación se incluye un prólogo de Michèle Petit, así como el trabajo de Evelyn Arizpe, quien se ha dedicado en los últimos años a la literatura infantil y juvenil para niños migrantes y dialoga con Petit. El objetivo del texto es, en palabras de su directora, Marina Núñez Bespalova, hacer uso del arte como:

Un camino para la resignificación de experiencias, en lo individual y en lo colectivo, [ya que] en la lectura vemos un puente que nos conecta, que nos permite cruzar de un lugar al otro de manera amable y generosa, que tiene la capacidad de sustraernos del dolor, de la desgracia o de la tristeza —así sea por un momento—, tanto como puede llevarnos al goce o a la risa. (7)

A partir de los postulados de dichos programas se busca la hospitalidad y se aspira a lo que Petit llama “transfigurar el horror en belleza” (15). ¿Por qué es importante pensar en la lectura como un acontecimiento que abriga y resguarda al migrante? Siguiendo al filósofo Jorge Larrosa, para que la lectura sea una experiencia de transformación del lector, tanto en sus pensamientos como en su lenguaje y su sensibilidad, hay que cuidar “que se den determinadas condiciones de posibilidad: solo cuando confluye el texto adecuado, el momento adecuado, la sensibilidad adecuada, la lectura es experiencia” (99). Así que será fundamental, no solo el corpus literario, sino el papel de los voluntarios o mediadores que asistan a los niños en la inmersión de los textos. A propósito de ello Arizpe apunta: “Cuando se trata de contextos difíciles, donde quizá hagan falta las competencias lectoras o incluso lingüísticas, y donde se han perdido las palabras y la concentración debido al trauma, lo más importante puede ser el acompañamiento antes, durante y después de la lectura” (Secretaría de Cultura 26).

Si la literatura que trata la problemática de los niños migrantes logra algún efecto en ellos se podría pensar, con sustento en los programas mencionados, que abona a la recuperación de su dignidad, les hace sentir compañía cuando viajan solos y los ayuda a reacomodar lo vivido de manera que lo puedan nombrar con sus propias palabras.

Pero también habría que pensar en el efecto que surta a los niños que no han sufrido la necesidad de desplazarse del lugar en donde han crecido. A ellos los textos les dan a conocer realidades ajenas a las suyas que les suceden a niños como ellos. Los educadores que los guían bien pueden aprovechar la oportunidad de desarrollar una comunidad de chicos con empatía y generosidad. En cualquier caso, esta literatura puede ayudar a los niños a conocerse mediante la reflexión de “qué harían si…” y asimilar la historia para contarla con sus propias palabras e integrarla a sus propias vivencias.

Bibliografía

Buitrago, Jairo y Rafael Yockteng. Eloísa y los bichos. Colombia: Babel, 2009. Impreso.

Davies, Nicola. El día que llegó la guerra. Barcelona: Alba Editorial, 2019. Impreso.

Dubois, Claude K. Akim corre. España: Loguez Ediciones, 2015. Impreso.

González de Llana Fernández, Natalia. «Emigración e identidad en el libro álbum Eloísa y los bichos de Jairo Buitrago y Rafael Yockteng». Tropelías. Revista de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada 29 (2019): 418-434.

Larrosa Bondía, Jorge. «Sobre la experiencia». Aloma: revista de psicologia, ciències de l’educació i de l’esport 19 (2006): 87-112. Digital.

Luiselli, Valeria. Los niños perdidos. (Un ensayo en cuarenta preguntas). Ciudad de México: Sexto piso, 2018. Impreso.

Naciones Unidas. Migración Naciones Unidas. s.f. Digital. 04 de 03 de 2020. <https://www.un.org/es/sections/issues-depth/migration/index.html&gt;.

Profesor invitado. «Libro álbum: ¿qué es y por qué considerarlo?» 03 de 08 de 2018. Elige educar. 06 de 03 de 2020. <https://eligeeducar.cl/libro-album-considerarlo&gt;.

Secretaría de Cultura, Dirección General de Publicaciones. Para leer en contextos adversos y otros espacios emergentes. Ciudad de México, 2018. Digital.

Uribe Santibáñez, Luisa. Bolay. Ciudad de México: Ateconqueso, 2019. Impreso.

Villalobos, Juan Pablo. Yo tuve un sueño. El viaje de los niños centroamericanos a Estados Unidos. Barcelona-Cd. de México: Anagrama-Océano de México, 2018. Impreso.

Villegas, Paulina. «La oleada histórica de niños migrantes que cruzan solos la frontera surge de la desesperación.» The New York Times 30 de 10 de 2019. 04 de 03 de 2020. <https://www.nytimes.com/es/2019/10/30/espanol/america-latina/menores-migrantes-estados-unidos.html&gt;.


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